Viajar es ganarle un palmo a la muerte

En un viaje el tiempo se alarga, se dobla, se modifica. Aquí, un paseo por las huellas que los viajes me dejaron. Señales del tiempo, del crecimiento, de la propia evolución...o no.

22.6.06

viajes

Hay viajes de todo tipo. Los que te llevan y te traen. Los que te asombran, los que revelan misterios. Están los viajes de una lado al otro, están los que son pura pachorra. Hay viajes para todos y uno viaja incluso cuando cree que no. Hay viajes al exterior y de cabotaje. Hay viajes internos. Esos son especiales. Aunque todos te hacen crecer. Más, menos, crecer es un viaje de ida. Hoy, mi cuerpo está quieto. Mi cabeza, mi corazón y mis entrañas explotan contra los huesos de tanta revolución. Este viaje recién empieza. Está lleno de aventuras. También de miedo. No sé el destino, sólo sé de dónde salí. Siento el vértigo, la incertidumbre, la ansiedad y la alegría de lo inesperado. Y también me da miedo.

13.6.06

Zihuatanejo

El mismo viaje. Otra noche. El mar golpea lento y seguro una y otra vez contra la misma arena. "Las olas vienen de la nada", dije.
R, crítico hasta la médula trompeó: "a tus textos les falta fuerza". Tardé mucho en volver a hablar.

12.6.06

México o el comienzo de la percepción


Una calle céntrica de Puebla. Una tarde cualquiera, la panza llena de mole. Hacía ya un mes que viajábamos, mi amigo R y yo por distintas ciudades de México. No era un viaje más. Era un viaje iniciático en muchos sentidos.
El vivía en España, yo en Buenos Aires. Un día recibí una llamada y era R, que me invitaba dos meses a México. "¿Vos estás loco? Yo no tengo un peso", dije. "Pero yo te invito", respondió. Y a puro latido, partí rumbo al Norte a conocer el mundo.
Esa tarde en Puebla, comprobamos cuán conectados estábamos. Sólo paseábamos por la plaza central, apreciando las construcciones coloniales y las artesanías en barro negro. De pronto, una fuerza extraña que nos dejó sin habla nos hizo girar, alejarnos con energía de una ventana. Los dos al mismo tiempo, con el mismo paso y la perfecta sensación de que "eso" que estaba en ese alfeizar no era bueno.
Seguimos en silencio por horas. Al final R me dijo: "¿vos viste lo mismo que yo?". "Sí. No jodas, era una lengua".
Los dos percibimos lo mismo, cambiamos de dirección, nos hicimos más amigos. Así empezó mi periplo, que aún continúa. Temo que por siempre...